En el doble rol de autor y director, Oscar Martínez acaba de estrenar Días Contados, una comedia de situaciones sobre los vínculos en crisis de una autora teatral divorciada (Ana Casal/Cecilia Roth) con su madre (Carmen/Claudia Lapacó), su hija adolescente (que no aparece en escena), su ex marido (Agustín/Gustavo Garzón) y su hermano psiquiatra (Javier/Alejandro Awada).(...) Las distintas escenas recrean momentos vividos por la protagonista que van revelando la compleja trama de sentimientos, rivalidades, desencuentros, miedos, inseguridad y deudas emocionales casi siempre impagas que la unen y a la vez la separan de sus afectos entrañables. Pero más que acciones dramáticas, lo que abunda es el diálogo ingenioso en el que los personajes intercambian ironías e impertinencias acerca de conflictos humanos más o menos profundos, que la graciosa acrobacia retórica evita profundizar.
El hilo conductor de cada una de esas situaciones evocadas es el relato cómplice que la protagonista realiza como introducción, de cara a la platea. Ese juego escénico, consistente en ir y venir entre el presente y las escenas recreadas por la memoria, establece aquí cierto paralelismo con el recurso de entrar y salir de la ficción. De manera que cuando el personaje se dirige al público, tanto el texto como el registro de actuación juegan a sobreimprimir referencias a la propia biografía mediática de la actriz por encima de las vicisitudes del personaje. "Alguna vez estuve enamorada de un hombre famoso, cuyo nombre no voy a revelar", dice en uno de esos tramos confidenciales, donde despliega sus conocidos gestos, posturas y fraseos de indudable seducción, pero que tienen más de Roth que de una composición dramática de la Ana Casal de la anécdota.
Como Javier, el hermano de la protagonista, Alejandro Awada compone un psiquiatra entrenado en conducir comportamientos propios y ajenos, pero que no logra corresponder a las demandas afectivas de su hermana en la difícil circunstancia de la internación de la madre de ambos. En el papel de esta última, Claudia Lapacó aporta, con su siempre rica interpretación, cierto desplazamiento hacia una poética más cercana a la caricatura, con el efecto de comicidad directa y genuina. Su personaje sufre un episodio neurológico regresivo que obliga a la familia a revivir circunstancias del pasado. Ese forzado regreso a un tiempo que se creía superado termina involucrando también a Javier, el ex marido de Ana, al que Gustavo Garzón comunica espesor psicológico y convincente vulnerabilidad.
La síntesis plástica que consigue la escenografía de Alberto Negrín, la impecable iluminación de Ariel del Mastro y los intermedios musicales y la sonorización de Gerardo Gardelín armonizan con significados dramáticos confortablemente contenidos en el marco de un entretenimiento disfrutable.
Fuente: www.clarin.com
