Una clásica teoría de la arquitectura sostiene que la casa —y no únicamente el hogar— suele dar cuenta de quién la habita. Que lo que se ve no sólo responde a lo que se quiere mostrar, sino también a lo que se busca esconder. De eso saben quienes están construyendo Manzanares, el ficticio mundo en el que vivirán las Amas de casa desesperadas, la serie que estrenará Canal 13 en agosto. Un barrio de sólidas viviendas reales, en la zona de Pilar, con sus veredas, sus fachadas, su universo de complejas criaturas, que obliga al trabajo diario de 70 obreros que destierran aquel viejo concepto de que los decorados de TV son sólo de cartón pintado.
Bien lejos de eso —y muy cerca del kilómetro 50 de la ruta 8—, un mega set de grabación va tomando cuerpo en escala real desde mediados de abril. Uno de estos días, la serenidad de la zona cambió de frecuencia cuando las cuatro protagonistas del programa producido por Buenavista Internacional, y realizado por Pol-ka, fueron por primera vez a la vieja quinta Los Galgos, donde Manzanares está dejando de ser un plano dibujado para convertirse en un puñado de viviendas en las que las chicas vivirán sus propias vidas y llorarán la muerte ajena: en el primer capítulo, una de las vecinas (interpretada por Cecilia Roth) se suicida y ese disparador patea el tablero vincular que parecía tan ordenado. Sólo parecía.
Mientras Sony pasa ahora la segunda temporada de Desperate Housewives —tal el título original—, en la Argentina se están grabando escenas salpicadas de los 23 capítulos del primer año, sobre guiones rigurosamente adaptados por Marcos Carnevale, también director del ciclo. Protagonizada por Mercedes Morán, Araceli González, Gabriela Toscano y Carola Reyna, la serie le abre la ventana al coqueto suburbio en el que cuatro vecinas, devenidas amigas, comparten su cotidiano puertas afuera y protegen sus misterios puertas adentro. Con el umbral como límite y la sinceridad como herramienta no siempre en uso. Con un rezo diario al cielo —que el jueves no funcionó— para que no llueva, ya que aún faltan los techos, varias patrullas le dan forma al barrio, que tendrá nueve viviendas y un club house (uso colectivo). La cámara no mostrará los seis dúplex que se hicieron en 2001, cuando la crisis aniquiló el sueño de ver esta quinta transformada en barrio privado: esos módulos de ladrillo estarán destinados para la dirección, el vestuario, el maquillaje y los camarines. Aquí también se grabarán, en una primera etapa, las versiones para Colombia, Brasil y Ecuador.
Si bien la edificación de apoyo, entonces, responde a la construcción más tradicional, las nuevas casas se erigen con el sistema de American homes, gracias a un sólido montaje metálico, con placas de durlock y de maderas recicladas, capaz de convertirse en realidad en menos de 60 días. Así, mientras las casas de Lía (Morán), Gabriela (González), Susana (Toscano) y Vera (Reyna) van encerrando rincones, 280 metros de hormigón van fraguándose en vereda. No cualquier vereda: por debajo de ellas (de 1,20 de ancho) correrá el cableado de cámaras e iluminación y soporte técnico del set.
A cargo de la dirección de arte, Bernardo Losada cuenta en el barrio con la arquitecta Verónica Ormeño, fiel seguidora de los avances de las casas: "La consigna fue no variar los tipos de viviendas de la serie original ni la cercanía entre ellas, porque las distancias inciden en las relaciones entre los personajes". Al frente de la estructura urbana, su colega Enrique Fernández supervisa los espacios exteriores y el crecimiento del barrio como conjunto y explica que "una de las mejores cosas del lugar es la forestación, con un 80 por ciento de eucaliptus. Ahora estamos plantando fresnos y álamos".
Cuando en julio se inaugure Manzanares y ellas cuatro ya no tengan la cara de sorpresa con la que ahora pispean sus fachadas, la TV argentina ya habrá ingresado —con arquitectura construida especialmente— al mágico mundo de ser más que parecer.
Fuente: www.clarin.com
