Amas de Casa Desesperadas
martes, octubre 31, 2006
posted by Mr. Daho at 11:53 p. m.

"Todos tenemos miedo de volver a equivocarnos"
Araceli habla del amor y de su exitoso presente profesional.

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Haga lo que hiciere, ella da que hablar. Aunque no se lo proponga, su sola presencia genera una nube de comentarios y rumores que siempre la acompañan. Que si ahora está más o menos linda que cuando empezó. Que si factura mucho o poco. Que si se reconcilia o no con Adrián Suar (38). A pesar que intente mantenerse al margen de las versiones que circulan sobre su vida, Araceli González (39) acepta la realidad que le toca vivir. Sabe que esas son las reglas del juego. Y, como tal, responde a todas las preguntas. Aun aquellas que apuntan a cuestiones que, según asegura, ya no le interesan demasiado.

—Algunos dicen que usted estaría reconciliada con Suar, pero que no lo admite públicamente porque preservar la idea de que aún sigue soltera beneficiaría su imagen pública. ¿Hay algo de verdad en eso?
—Nada. Y me molesta que lo digan. No soy una persona que tenga estrategias. Si estoy divorciada no es como consecuencia de una especulación. Yo me casé para toda la vida, no he planeado esto.
—Más allá que no sea una estrategia, ¿cree que estar sin pareja la hace públicamente más deseable?
—Es que eso no me interesa. A mí me encantaría estar en pareja. No me interesa ser deseada. En realidad, prefiero ser admirada. Eso sí me gustaría. No necesito ser deseable para vivir. Yo veo que hay chicas que confiesan mentir en las notas que les hacen para generar ratones. Personalmente, eso no me gusta. Prefiero vivir mi vida como una mujer completa. Y sería mucho más feliz si estuviera en pareja, por ejemplo.
—Usted demostró sus dotes actorales. Sin embargo, su belleza sigue siendo un valor agregado. ¿De verdad no cree que una mujer “ratonea” menos si está casada?
—Es que yo estoy divorciada, pero igual la mayor parte de la gente me sigue viendo como la mujer de Suar. Si es por eso, no tengo remedio.

Más allá de lo que se pueda decir, ella sigue adelante con la carrera de actriz que tantas gratificaciones le aporta. Hace unos días terminó de grabar las últimas escenas de la primera temporada de “Amas de casa desesperadas”, y ya se prepara para comenzar la segunda, el año próximo, otra vez con producción de Buenavista International Television y Pol–ka para Canal 13. Araceli González recibió más de un elogio por un trabajo que la consolidó en la actuación y que, entre otras cosas, le valió el reconocimiento internacional.
Ese reconocimiento le llegó a Araceli de la mano del diseñador argentino Gustavo Cadile, el mismo que supo vestir a Eva Longoria —la actriz que en la versión americana de “Amas…” interpretó el mismo papel que Araceli—. El fue quien la invitó a participar de un prestigioso desfile en Miami, donde González fue recibida como toda una figura.

—Hace poco aseguró que no planeaba iniciar una carrera internacional. Ahora que estuvo en Miami y disfrutó de la repercusión que tiene su nombre más allá del país, ¿no volvió a pensar en iniciar un camino fuera de la Argentina?
—No, sigo pensando lo mismo. Prefiero no fijarme metas de ese tipo. Me gusta más ir disfrutando de las cosas a medida que aparecen y tal como se van presentando. Sé que acá tengo una carrera con la que me siento bárbara, y si algún día llega una propuesta de afuera, veré. Pero no salgo a buscarla.
—¿Es verdad que en Miami se sintió como Cenicienta, que por momentos pensaba que todo podía ser un sueño?
—Lo que sentí es que todo el trabajo que hice en este tiempo tenía un reconocimiento. Es muy lindo cuando vas o otros lugares más allá de la ciudad donde vivís y te conocen, saben qué trabajo hiciste. Yo pensaba: ‘¿Quién me va a conocer allá?’. Porque aunque hice “Provócame” con Chayanne, y obtuve cierta trascendencia porque se vio en varios países, nunca pensé que pasaría lo que pasó. Estaban todas las revistas, y los periodistas se hallaban al tanto de mi trabajo en la versión argentina de “Amas de casa…”.
—¿Cree que su vida es la de una Cenicienta?
—No. Tal vez en otro momento pude sentirlo así, pero hoy estoy distinta. Vivo un tiempo más realista, en el que disfruto las cosas tal como son y trato de no fantasear en torno de lo que vivo. Antes era mucho más fantasiosa. No sé si era por la edad o la inexperiencia. Pero ahora estoy más relajada. Elijo lo que hago y me gusta.
—¿Cree que el lugar que hoy ocupa más que un sueño es la consecuencia de un camino recorrido?
—Sí. Un camino recorrido con esfuerzo y gran sentido de la responsabilidad. Por eso hoy tengo otras prioridades como, por ejemplo, descansar. Dedicar tiempo a escribir, a leer, es algo importantísimo ahora en mi vida. Antes sentía que eso era perder tiempo. Hoy, lo disfruto. Creo que es parte de la madurez, que viene con la edad.
—¿Cuánto hubo de esfuerzo y cuánto de suerte en su carrera?
—Creo que todo se corresponde con mi esfuerzo. Siempre hay suerte, pero he trabajado muchísimo y he sido siempre muy responsable en todo lo que hice. Por eso te diría que casi un ciento por ciento mis logros son fruto de mi esfuerzo. Siempre trabajé mucho, y eso lo sufrió mi hija Florencia. A ella le tocó vivir la época en la que trabajaba sin parar y me esforzaba por ahorrar. Estaba todos los fines de semana desfilando por el interior, grababa “La Banda del Golden Rocket”. La suerte, en esta profesión, tiene que ver más con lo que provocás en la gente. Ese impacto es inmanejable, no depende de una. Lo veo en la camada de chicas que empezaron conmigo. Eramos un muchas y fueron quedando en el camino hasta que, finalmente, sólo quedamos unas pocas.
—¿Las mejores? ¿Las más aptas?
—No. Creo que hay muchas personas que tenían condiciones pero, simplemente, no quisieron esforzarse más y eligieron otra forma de vida. Además, la permanencia tiene que ver con la forma en la que le llegás a la gente, si gustás, si te creen. La gente no come vidrio. Son ellos los que te eligen. Si no, no estás más.
—Dice que se siente plena. ¿Le falta algo a su vida?
—Quizá, más años sabáticos. Ya me los tomaré.
—Usted recordaba los años en los que trabajaba para satisfacer sus necesidades básicas, en los inicios. Hoy, su mejor momento profesional, ¿coincide con el de mayor facturación?
—La verdad es que siempre trabajé bien y, también, gané bien en proporción con mi nivel de vida, con lo que necesitaba para vivir.
—Ahora que con su trabajo no sólo puede comer sino, además, darse algunos gustos, ¿el valor del dinero cambió para usted?
—Siempre tiene el mismo valor para mí. Sucede que me costó mucho llegar a donde llegué, entonces, cuido mi lugar y todo lo que tengo. Para mí todo lo que tengo tiene muchísimo valor y lo disfruto. La cosa más estúpida puede tener un valor muy importante para mí.
—¿Nunca perdió el control de su dinero, de sus gastos?
—Hace un tiempo me hicieron fama de compradora compulsiva. Y me sentí muy mal, porque dije: ‘Yo nunca vendí la casa de mi hija para pagar algo que me quise comprar. ¿Por qué dicen eso?’. Si así fuera estaríamos hablando de una enfermedad. Lo que pasaba es que, en un principio, yo quería dar. Compraba para regalar. Sentía que quería abastecer distintos sectores de mi mundo afectivo. Igual, ahora soy mucho más cuidadosa. Ya no tengo esa ansiedad de darme los gustos que tenía antes, cuando empecé a ganarme los primeros mangos.
—¿Porque ya logró satisfacer casi todos sus gustos?
—No, no pasa por ahí. Ahora disfruto de mi trabajo, regalo y me regalo. Pero de otra manera. Siempre que tuve algo de dinero lo disfruté, lo viví. No soy para nada ambiciosa.
—Usted dice que hoy el dinero tiene para usted el mismo valor que cuando empezó a trabajar. Pero, por ejemplo, si va a comprar algo, ¿sigue regateando un precio como antes?
—Es que, justamente, aprendí a hacerlo ahora. Antes me engañaban fácilmente. Ahora, pido presupuestos. Antes era más confiada, mientras que hoy sé defender lo mío de otra manera. Porque entendí que lo mío es también de mis hijos. Entonces, lo cuido mucho. Yo manejo todo lo mío, nadie me maneja nada.
—Volviendo a las versiones que giran en torno a su vida, hay una que circula cada vez con más fuerza. Dicen que usted está cada vez más cerca de Adrián Suar.
—Estamos más cerca, sí. Estamos más tranquilos los dos. Ha transcurrido mucho tiempo desde la separación.
—¿Es cierto que se queda a dormir en su casa?
—Viene a casa y se queda mucho tiempo, como muchos integrantes de mi familia.
—¿Duerme en su casa?
—No. A dormir no se queda.
—El hecho de que estén cada vez más cerca, ¿la pone contenta?
—Te lo diré con el tiempo.
—¿Va a depender de los resultados?
—No. Dependerá de las vivencias que vayamos teniendo. Lo que sé es que, decida lo que decida, voy a hacerlo por mí misma y no por lo que piensen o digan otros.
—¿Tiene miedo de volver a equivocarse?
—A todos nos da miedo volver a equivocarnos.
—¿Y eso la paraliza?
—Me analizo dos veces por semana para que no me paralice. Igual, hay cosas que sé que no volvería a hacer.
—¿Por ejemplo?
—Casarme.
—¿Por qué?
—Ya lo hice. ¿Para qué otra vez? Dos veces es suficiente para mí.


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Por Viviana Andón - Fotos MACHADO-CICALA

Fuente: Revista Caras.
 

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